También existen casos idílicos. Algo entre ir a pie y tener carro.
Digamos que ella está por la mitad del embarazo, ambos trabajan, pero a ella está comenzando a pesarle la barriga y el ánimo. No alcanza para comprar productos regulados en sitios sin cola, tampoco alcanza la paciencia para hacer doce horas de cola sin seguridad del resultado. Ambos van juntos al mercado y compran lo que alcance.
Por la noche, mientras él pone la ropa en remojo, ella cocina algunos vegetales y tuesta el pan. Le canta una canción alegre al ser que le habita la panza, que se mueve como un pescado. Ignora -ella, el bebé no conoce el concepto de ignorar- el hecho de que la comida no le va a quitar el hambre, hace caso omiso de que mañana va a estar ahí, igualita, pero el dinero va a ser menos; se contenta con tratar a la Paciencia como íntimas amigas, cantar y esperar.
A veces el mundo ayuda. A veces el mundo estorba. Siempre hay que saber esperar.
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