04 enero, 2014

Sobre Feminismo

Por D. Salazar

La primera prueba de que el feminismo, como inclinación socio-político-activista, no vale mucho, es que no se puede decir algo como esto sin molestar a alguien.

Hermético ¿no?

Me explico.

Es difícil escribir sobre la homosexualidad sin declararse a favor o en contra. Es igual de difícil hablar de las drogas, del aborto o de la eutanasia sin hacer lo mismo. Sucede con todos los temas tabú. Cuando uno se declara a favor o en contra de algo, inevitablemente va a haber alguien –a veces mucha gente- que se declare a favor o en contra de ti. Y luego habrá disturbios en tu ciudad, los vecinos te querrán fuera del edificio porque las turbas enardecidas no los dejan ver la novela…

La diferencia es que ni la homosexualidad, ni las drogas, ni el aborto, ni la eutanasia son inclinaciones socio-político-activistas.

Cuando se trabaja para impulsar un proyecto, léase, el feminismo, es importante convencer, no condenar. Por lo tanto, si alguien sale por la calle diciendo que el feminismo no vale mucho no deberían tirarle piedras, ¿a que no? –dice la autora con cara de no romper un plato- más bien deberían llevarse a esa persona a tomar un café y contarle sobre las bondades de su inclinación.

El feminismo suele condenar a otros, tildándolos de machistas aferrados al sistema patriarcal que mantiene a las mujeres bajo el férreo yugo de cualquier cosa… Para que no te condenen, tienes que acompañarlos en su condena o, en el mejor de los casos, mantener una distancia prudencial.

Muy medieval y todo.

Las condenas son para los jueces. Los jueces son seres sobrehumanos e imparciales que no pueden tomar parte en las actividades que juzgan.

Probablemente dirán “bueno, pero no todos los activistas del feminismo son así, no puedes condenar una inclinación por las taras de quienes la apoyan… A fin de cuentas no eres juez”. Y tendrán razón.

Pero…

La segunda prueba de que el feminismo no vale mucho como activismo es que se desvía de la razón principal de su existencia.

Me explico.

El feminismo nace como propuesta de liberación femenina, principalmente buscando igualdad en derechos sociales y políticos, tratando de restituir la dignidad femenina, perdida desde los tiempos del oscurantismo católico apostólico.

Se aplaude sin duda.

Ahora, desde que las mujeres conseguimos igualdad social la lucha de los feministas se ha trastocado y a veces pareciera buscar escandalizar o poner a la mujer por encima del hombre.

Tampoco es la idea.

Yo soy persona. La cualidad de ser hombre o mujer es, en primer lugar, independiente de mi voluntad; y, en segundo lugar, no es ni malo ni bueno, sólo es.

Como personas todos tenemos igual dignidad. Todos los derechos, deberes, estatus político-cívico-militares que existen en el planeta están basados sobre la dignidad de ser persona, no sobre lo bonito que se ve el uniforme sobre mi cuerpo o el cargo frente a mi apellido en un carnet.

Es decir, buscar diferenciar al hombre y la mujer, a estas alturas del partido, no tiene sentido. Buscar decir que “las mujeres tienen derecho a…”, sí, está muy bien, pero somos las personas las que tenemos derecho a. Se puede estudiar lo que nos hace distintos para después contar los chistes malos de tu preferencia, pero no se puede diferenciar para hacernos parecer unos mejores que los otros.

Todos somos inevitablemente iguales.

Ahora veo fuera de la ventana a un grupo de activistas mujeres en topless haciendo escándalo y gritando “¡Retrógrada! ¡¿Qué pasa con las mutilaciones de clítoris y los matrimonios arreglados y los abortos y las violaciones?!”.

Y yo, calmada, les invito a tomar un café y les explico que, por supuesto, hay gente que hace cosas horribles, y deberían dejar de hacerlas; pero yo, pequeña persona en el mundo, creo que la respuesta no está en quemar sostenes a favor del feminismo, sino en entender la igualdad.

Ya por el segundo café les explicaría que la tercera razón por la que me parece que el feminismo no tiene punto es que las reglas sociales son siempre autoimpuestas.

Aprovechando el silencio que crea la frase dejada al aire, les diría que la cultura, con el paso de los años, bañada por filosofía y religión, ha creado las reglas por las cuales nos desenvolvemos.

Ejemplo: si las mujeres de medio oriente usan velo es porque su evolución social así lo ha dictaminado. Esa evolución social está basada en innumerables factores que se escapan de todo control. En otras palabras, si las mujeres de medio oriente usan velo es porque quieren usarlo.

Llegará el día, quizá, es posible, en el que se cansen de andar con la cara tapada, pero eso depende exclusivamente de ellas.

No puede imponerse valores de sociedades foráneas, sólo pueden irse absorbiendo poco a poco.

Es decir, las mujeres que usan velo verán a las occidentales y dirán “ay, qué bonitas se ven todas con sus caras destapadas, ¡yo también quiero!” y así, a la capitalista, absorberán una nueva costumbre, distinta de las anteriores. Algunas dejarán de utilizar el velo, otras lo seguirán usando, y todas hablarán mal las unas de las otras, y aprenderán a convivir con sus diferencias.

Condenar a una mujer de retrógrada y subyugada por utilizar un velo, por no querer abortar tras haber sufrido una violación, por permitir que a su hija la mutilen como sucedió con ella, no es la respuesta.

No somos jueces, sino gente convencida de que las personas son, en primer lugar, personas, y como tal somos todos, inevitablemente, iguales.

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