Todos tenemos situaciones/personas/cosas con las que se nos hace dificil lidiar. Para algunos serán los niños, para otros, los animales; para otros, incluso, pueden llegar a ser familiares problemáticos que, al aparecer, causan el repliegue del ánimo a las profundidades cavernosas del ser.
O sea, hacen que se nos enfríe el guarapo.
Para mí, esta situación la crean los sustantivos. No todos, por supuesto -¿se imaginan? tremendo caso psiquiátrico-, pero suficientes para que redactar una lista exhaustiva me tome algunos meses.
Antes de aclarar, un ejemplo: Una vez escuché a un amigo, dolido por equis conducta, llamar puta a una mujer. Confieso que sentí muchas ganas de que dejara de ser mi amigo, pero comprendí a tiempo que el ego herido busca herir para no morir de pena. El caso es que puta es uno de esos sustantivos que me hace rechinar los dientes, no por algun resquemor feminista particular -creo en la igualdad, no en el predominio. Tampoco creo necesaria a estas alturas una igualación ficticia creada por leyes o movimientos sociales. Ya estamos todos de pie sobre el mismo pedestal- sino por las siguientes razones:
1. Puta es una denominación creada exclusivamente para herir. Cuando se llamó silla a la silla nadie quiso herir sus sentimientos.
2. Puta se refiere a una condición abstracta que puede incluir a todas y cualquier conducta femenina que hiera el ego masculino.
3. Puta no se refiere ya a aquella mujer que ejerce la profesón de la prostitución, de hecho, hay palabras màs respetables para referirse a ellas.
4. El apelativo puta golpea directamente en la intimidad del alma con el duro látigo del juicio, por demás precipitado e injusto, de recordarle a una sus momentos de mayor intimidad, sobre lo cuales nadie tiene por qué andar opinando. No importa que no sea a mí a quien se refieran así, supongo que puede llamarse solidaridad de género, pero para mi es solidaridad de raza.
Bien, ese es un ejemplo de sustantivo que me hiela. Recuerdo de mis clases de religión en el colegio que dios dio a Eva la potestad de nombrar a los seres que habitaban el Edén. En algún momento de la Historia hemos relegado esa potestad a instituciones y ya no a personas. Hemos permitido que el sustantivo marque un estatus social, las palabras cargan estigmas que, a veces, pesan durante generaciones y se convierten en pequeños gérmenes de rebeldía y revolución infantil; pueden buscar a todas aquellas mujeres que dicen ser "nietas de las brujas a las que no pudieron quemar". ¿Alguien más escucha la carga de odio en esa frase?
La brujería es una forma despectiva de llamar a las prácticas nacidas del conocimiento de la naturaleza y sus interacciones, o sea, lo que antes hacían los shamanes, las curanderas, los sacerdotes y sacerdotizas de grandes templos. Llamar bruja/brujo a alguien es estigmatizarlo a la representación de cierto papel social que lleva consigo una cierta lejanía despectiva. Lo que quiero decir es que a las comadres no les gustaría verte charlando con el brujo del pueblo en el mercado. Generalmente nadie se acerca a la bruja Rufina fuera de las salas de consulta. De paso, nadie admite abiertamente recurrir a brujos/brujas para curarse de ciertos males espirituales. Pero, ¡a que todos lo hemos hecho!
Ahora que lo pienso, quizá no es el sustantivo, sino la sociedad lo que me hace rechinar los dientes.
Están también los sustantivos que se refieren a cargos: a la mayoría de las personas se les caen los pantalones cuando son nombrados jefes de algo. Salen, celebran con una botella que su nuevo sueldo pagará en su momento -mentira-, invitan a sus familiares, todos brindan con sonrisas en la cara, lo felicitan, lo llaman ¡jefe!, y resulta que el sustantivo jefe, en este caso en particular, se refiere a tener a dos o tres personas por debajo, veintisiete por arriba, no tener derecho de tomar sus propias decisiones con respecto al trabajo sobre el cual, se supone, ejerce la jefatura, y de paso incluye, a parte del trabajo que ya tenía antes, el trabajo de estar pendiente del trabajo de los demás, y el trabajo de rendir cuentas al de arriba sobre el trabajo de los demás y el propio. A final de cuentas resulta que el jefe llega a su casa más cansado que antes.
Pequeñas víboras engañosas, aquellas que nombran a las cosas por lo que no son sino por lo que quieren que parezcan.
Y ¿qué se hace? Si hay médicos allá afuera que lo que hacen convertir a la enfermedad en su negocio, hay abogados que, en lugar de defender -abogar por- acusan para exclusivo provecho propio, hay maestros que nunca se preocuparon por aprender, hay esposos que no tienen nada que ver con sus esposas ni con sus casas ni con sus hijos, hay concubinos que se llaman esposos pero nunca quisieron amarrarse al anillo...
Mucha razón tenía aquel que dijo que esto de escribir es una enfermedad nerviosa.
Como pueden ver, soy amante de la claridad, y cualquier sustantivo con el que me apelen me lo tomo muy en serio, al punto de cavilar durante horas qué será lo que qiso decir esa persona cuando, cone sa expresión en el rostro, en vez de llamar pies a los apéndices que me sirven para caminar, los llamó patas, o cuando se habla de bicho en lugar de animal, o cuando se habla de muerto en lugar de fantasma, o cuando se dice "no tengo real" en lugar de "no tengo plata" o de "no tengo dinero". La diferencia entre real, plata, dinero y cobres radica en quiénes son tus padres, y en realmente cuánto dinero cargas en el bolsillo o en la cuenta bancaria.
¡Tantos detalles para analizar!
Las palabras no son tan simples, como pueden ver. Es por eso que los sustantivos me ponen en amargas situaciones, porque ¿cómo explicar a quien no sepa, a quien cargue la mente en blanco de tanta palabrería inutil, que dios es un sustantivo que se le puso, gracias al devenir histórico, a una serie de hechos inexplicables que nos recuerdan que somos unas viles creaturas en este vasto universo? O mejor, ¿cómo explicarle a un niño qué es un bachaquero, qué un escuálido y qué un chavista sin ensuciarle la cabeza con opiniones personales, rabias pasadas, resentimientos, o simples vacíos de conocimiento?
¿Cómo explicarle a una mente inocente dónde está parada sin estrujarle el corazón de puro susto?
Excelente...!
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